

La noticia de un pescador de Momil que terminó enterrado hasta el cuello tras toparse con un rayo ha dado un nuevo significado a la expresión “tener los pies en la tierra”.
El hecho ha generado revuelo en Córdoba y ha sacado a relucir la extraña convivencia entre lo ancestral y lo científico.
Todo comenzó cuando Edwin, que se encontraba en la Ciénaga Grande en plena faena de pesca, sufrió la descarga de un rayo que, según relató, lo dejó “tembloroso”.
Pero en vez de acudir al médico, Edwin apoyado por su familia y vecinos, prefirió un remedio tradicional: quedar sepultado en la tierra hasta el cuello como quien busca quitarse el frío con una cobija gigante de barro.
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Mientras la cabeza de Edwin asomaba de la tierra, el pescador explicó, rodeado de curiosos y grabado por celulares: “Yo me sentía ‘tembloso’ cuando ese rayo me pegó, y todavía me siento así, por eso me enterré aquí”.
La creencia local sostiene que el suelo puede “quitarle la corriente”, absorbiendo cualquier resto de energía que haya dejado el rayo, una explicación que, aunque alejada de la ciencia, goza del apoyo de generaciones.
El episodio, registrado en video y viralizado en redes sociales, añadió chispa al debate entre los defensores del folclor y quienes prefieren la asistencia médica.
De inmediato, profesionales de la salud recordaron que ante una descarga eléctrica, lo recomendable es acudir de inmediato a un centro de salud para descartar posibles daños neurológicos o cardíacos, tal como advirtieron diversos especialistas de la zona. No faltaron las voces preocupadas que vieron en el improvisado entierro un riesgo innecesario, mientras otros lo celebraron como ejemplo vivo de la resistencia cultural.
La escena, tan insólita como auténtica, dejó a Córdoba reflexionando sobre los límites entre la medicina ancestral y la ciencia clínica.
Por ahora, Edwin continúa “más aterrizado que nunca”, mientras su peripecia suma reproducidas visualizaciones y comentarios que van desde el asombro hasta el humor involuntario. El asunto, viral en redes, deja una pregunta flotando sobre la ciénaga: ¿hasta dónde vale la pena enterrar antiguos rituales cuando de salud se trata?
