

El Monumental ardió. Tras la derrota con Gimnasia, los hinchas explotaron contra los jugadores como viene pasando en el último mes pero lo que sucedió el domingo en Udaondo y Figueroa Alcorta fue mucho más fuerte que otras veces. Hubo silbidos, cánticos, insultos y un grito de guerra que penetró en las entrañas del plantel. “Ohhh, que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, se entonó con fuerza y quedó expuesta que el vínculo entre los futbolistas y los hinchas se rompió. Ahora, el interrogante es si ese fastidio alcanza también a Marcelo Gallardo y su cuerpo técnico.
Al hombre de la estatua jamás lo cuestionarán a viva voz en el Monumental de manera personificada. Gana el agradecimiento por su inolvidable primer ciclo, y por eso se lo ovaciona cada vez que sale a escena, como pasó el domingo en la previa del duelo con Gimnasia. Pero tras una nueva derrota, la cuarta seguida como local, el final encontró a muchos hinchas enfurecidos, con bronca y a los que criticaban al Muñeco, no aparecieron otros para interpelarlos o discutirles a la salida del estadio.
Gallardo entró en un laberinto del que por ahora no puede salir. Se lo ve desorientado. Y la sensación es que se llegó a un punto muy difícil para revertir la situación. La sensación es que los jugadores ya no le responden y los malos resultados se acumulan. La campaña de River de los últimos dos meses tiene registros de los peores de la historia y el equipo es el más flojo de los últimos 12 años.
Y a esta altura, por más que cuente con el apoyo dirigencial de la nueva Comisión Directiva encabezada por Stefano Di Carlo, quien asumió este lunes por la tarde como presidente, no se sabe qué camino tomará Gallardo a fin de año, por una cuestión propia. El hará su evaluación personal y futbolística, pero en este momento nadie de su entorno puede asegurar su continuidad.
La última bala para revivir al menos en lo anímico parece ser la del domingo en la Bombonera, ante un Boca que llega inflado tras dos victorias consecutivas y con el deseo de darle el golpe letal a Gallardo, aun cuando lo mejor del Muñeco en este segundo ciclo fueron las dos victorias ante el eterno rival. El tema es cómo resurge en pocos días a un plantel que está apesadumbrado y entró en un letargo de apatía.
La primera decisión del entrenador luego de la caída con Gimnasia, comunicada a los jugadores en un vestuario bastante golpeado, fue la de no trastocar los planes habituales. Como cada vez que se avecina una semana larga de trabajo, sin partidos en el medio, les dio libre este lunes a sus dirigidos, por lo que los entrenamientos previos al Superclásico se inician este martes a las 10 en el RiverCamp de Ezeiza.
Serán cinco prácticas en las que el entrenador deberá levantarle el ánimo a un plantel que hace rato no juega como pretende. Y que no le quedará otra que cambiar precisamente en un Superclásico, que tendrá el condimento de la lucha por un lugar en la Copa Libertadores del año que viene, en la que por ahora el equipo de Claudio Úbeda le saca cuatro puntos en la anual.
En la semana, además, podría haber una conferencia de Gallardo en Ezeiza, luego de su decisión de no hablar tras la derrota contra el Lobo. Tan golpeado estaba el Muñeco que al ratito de que a Miguel Borja le atajaron el penal en ese final de terror, se metió rápidamente al vestuario. Y se fue sin emitir una palabra. Síntomas del duro momento futbolístico que atraviesa su segundo ciclo como DT de River.
